La enfermería como profesión se ha ido desarrollando a lo largo de los siglos, pero en las últimas décadas se han producido una serie de adelantos que exigen una adecuada formación académica, humana y ética, de tal forma que podamos atender y entender al paciente, considerándolo un ente bio-psicosocial.
Los profesionales de enfermería son personas que están en contacto directo con el paciente y sus necesidades reales y potenciales. Nuestra presencia es continua, 24 horas todos los días del año, lo que nos hace partícipes de sus angustias, penas, miedos y preocupaciones. La nueva realidad a la que nos enfrentamos precisa de un equipo interdisciplinario que atienda con calidad al enfermo y familia, y que permita promover la salud, prevenir las enfermedades y recuperar la salud, pero siempre respetando los derechos del paciente. Por tanto, además de formar parte del equipo de investigación, docencia y administración, como profesionales, es nuestra obligación estudiar, investigar e informarnos sobre cuestiones de biomedicina, bioética… vigilando el correcto cumplimiento de los principios deontológicos.
La relación entre los profesionales y el enfermo constituye el pilar básico de nuestro trabajo. Muchas enfermedades sólo se entienden y resuelven en el contexto de una relación estable entre enfermería y paciente. Por tanto, destacamos la confianza que el paciente deposita en nosotros y en nuestra actuación, es decir, la aplicación del saber y conocimiento buscando siempre el bien del paciente.
Esta relación es el aspecto fundamental de un ejercicio profesional íntegro y respetuoso, y la preocupación constante por perfeccionarla se ha mantenido a lo largo de los tiempos con el objetivo de obtener una relación profesional exitosa. Es posible mantener una adecuada relación si respetamos a un enfermo que tiene su propia escala de valores, y respetamos a unos profesionales cualificados y responsables, que proporcionan información comprensible y que además acompañan al enfermo en el momento de tomar la decisión.
Si no existe respeto, la comunicación con el enfermo se deteriora y se pierde la confianza, y ésta, debe ser inherente a todas las éticas profesionales, ya que sin confianza no puede existir una relación humana satisfactoria.